Pero el sentido profundo de la
meditación es el atender a lo que ocurre en la mente para ir comprendiendo cómo
funciona . Utilizar la meditación para
que nos aporte calma mental, a través de
técnicas de concentración, es
posible, y puede ayudarnos a encontrar
una cierta paz mental, pero como dice
Yongey Mingur Rimponché, es como la paz
de un zombi. Es conseguir una paz momentánea pero que en nada nos va a ir
ayudando a conocernos y descubrir nuestra verdadera naturaleza. Por tanto, meditar no es
controlar. Se trata de observar, y no intentar detener lo que está
ocurriendo. Hay que permitir que se
manifieste todo aquello que llevamos dentro.
Para meditar hay que poner en práctica
esta atención consciente, que es esa
atención que puede tomar conciencia de nuestros pensamientos, emociones,
sensaciones,etc. Cuando nos sentamos a
meditar esa atención es débil, por unos
breves instantes podemos estar presentes y atentos a lo que ocurre, pero en seguida nos encontramos sumergidos en
nuestros pensamientos ( quizá nos pongamos a pensar de algo que ocurrió en el
trabajo, o me acuerde que tengo que
poner una lavadora, o cualquier tontería) y al cabo de un rato nos damos cuenta
que hemos estado dormidos otra vez. En
ese momento de desconexión de la atención,
simplemente y con amabilidad volveremos a estar atentos a los
movimientos de nuestra mente. Y así ,
con paciencia, poco a poco,
iremos practicando lo que en las
tradiciones orientales han llamado la “Conciencia Testigo”. Es esa conciencia
que se da cuenta, que observa. Podemos mirar un cuadro, la conciencia testigo sería aquella que se da
cuenta que estamos mirando un cuadro.
Así a medida que nos vamos
familiarizando con nuestra mente, iremos
siendo cada vez más y más conscientes de cómo trabaja. Y a través de esa consciencia testigo , iremos siendo observadores de todo aquello
que sentimos, pensamos,... Dejaremos de involucrarnos e identificarnos con nuestras
películas mentales, lo cual aportará más
ecuanimidad y serenidad a nuestras vidas.
Podremos ir dejando poco a poco de vivir a merced de nuestras emociones
y creencias y ser más dueños de nuestras vidas. Si cuando ocurre algo que me
molesta ( por ejemplo alguien dice algo que me siento agredido), en vez de
reaccionar según lo programado habitualmente ( echándome a llorar, o poniéndome
agresivo, etc) podemos observar lo que
nos está pasando, nuestras reacciones dejaran de ser las habituales y podrán
estar más ajustadas a la situación vivida.
En la meditación, ya hemos visto, la importancia fundamental de
la atención. Pero esta atención también
debe de regularse. Y he aquí un aspecto
clave a la hora de meditar y donde cada persona deberá ir investigando para
encontrar un equilibrio. A veces, si la
atención es muy intensa, podemos acabar
agotados e incluso con dolor de cabeza.
Si es muy débil, nos veremos
sumergidos en pensamientos, ensoñaciones, adormilamiento, y nuestra meditación carecerá de viveza. Es como una cuerda de guitarra. Si la tensas mucho se puede romper. Si está floja no suena. Hay que tensarla adecuadamente para que la
nota suene bien. Así también hay que
encontrar ese punto con la atención y es el trabajo con el que nos encontramos
todos los meditadores.