Hace poco estuve en un retiro de Silencio dirigido por
Consuelo Martín. Fueron dos días , pero
la experiencia de Silencio fue más profunda que en otras ocasiones. Hubo muy poco pensamiento, y de repente, todas
las cavilaciones en las que andaba inmersa los días anteriores,
desaparecieron. A la vuelta, hubieron
unos días en que esa presencia que se había apoderado de mí, estaba muy
viva. Los problemas que habían estado
antes de marcharme estaban ahí, pero no
me preocupaban, y la vida seguía su
camino, encontrándome con una sensación muy
clara de que la Vida me llevaba de la mano, y yo no tenía que hacer mucho,
simplemente dejarme llevar, confiar.
En estos días me daba
cuenta de lo que significa esa Alegría y esa Paz, auténticas, sin motivo. Porque las circunstancias externas seguían
siendo las mismas, pero yo ya no estaba volcada en el mundo exterior. ¡ Y qué
sabor tan diferente tiene esa Alegría, que emana de nuestro SER! Pensaba entonces en lo arraigada que está nuestra
idea de creer que la alegría proviene de lo que nos pasa fuera. Y de cómo al depender de esas circunstancias
externas, nuestra vida se convierte en
una montaña rusa emocional , donde el sufrimiento está muy presente. Pero
no solo eso, sino que la alegría que provoca lo de fuera se queda en nada,
comparada con la que brota de nuestro interior.
¡Cuantos errores caerían, solo comprendiendo esto! Pero no basta con que lo sepamos , o lo
leamos en un libro, sino que debemos experimentarlo , aunque sea brevemente. Entonces, nuestra vida podría ser tan
distinta…
También venía reflexionando en todas aquellas ocasiones en
las que me sentía triste, o con sensación de que me faltaba algo. Siempre había asociado estas emociones con
la necesidad de cambiar o de adquirir algo externo, más cariño, un mejor
trabajo, otra pareja, más amigos,…¡ Pero qué confundida estaba y qué claro lo
veo ahora! Nada , nada de lo exterior
es comparable con el tesoro que todos llevamos dentro. Entonces, ¿para que seguir entretenidos en conseguir
algo de fuera? Comencemos a abrirnos a
esa Alegría que somos, y a esa Paz, que son nuestra verdadera naturaleza. ¿hay algo que merezca más la pena?