Todo en esta vida es una experimentación de nosotros con nosotros mismos. Si todo está en la mente, lo único que sucede es que establecemos una relación con cada uno de los objetos que transitan por nuestra consciencia, ya sean personas, o imágenes mentales. Lo interno y lo externo formar parte de la misma consciencia.
Cuando comenzamos a meditar, nos damos cuenta de cuan apegados estamos a generar una experiencia. Nuestra atención se identifica con algo externo a nosotros y a través de ello obtenemos como una especie de enganche energético que se convierte en el motor que nos hace sentirnos vivos. Este es lo que da la fuerza para que el "yo" se revivifique en cada una de dichas experiencias.
Así que podríamos decir que somos unos adictos a la experiencia, cualquiera que sea... Puede ser a las relaciones, al trabajo, a los hijos, o incluso también, podemos ser adictos a nuestras propias creaciones mentales, como la fantasía y la imaginación, las cuales nos sacan del apuro de tener que lidiar con el instante presente, el cual podemos sentir un poco aburrido y falto de sentido. Y sobre todo, somos adictos a sentir, a sentir sufrimiento. Antes sufrir, que caer en un agujero de vacío existencial... Al menos nos hace sentirnos vivos.
Pero ya nos avisaron todos los sabios que transitaron este camino antes que nosotros, que para llegar a nuestro núcleo fundamental, hemos de contemplarnos desnudos, sin identificarnos con ninguno de esos objetos de nuestra Consciencia.
Hemos de aprender a el Arte de reposar en lo que somos, sin aditivos... Aprender a reposar en ese vacío fértil de formas, de apariencias... Saber encontrarnos en ese espacio de aparente "no vida", para tomar consciencia de que solamente ahí se encuentra el Diamante que vamos buscando, esa Fertilidad Sagrada donde se abre todo el potencial que estamos llamados a desplegar en este juego divino.
Pero todavía hay una parte de nosotros que puede vivir esta entrega al Vacío como muy amenazante, y eso es así, porque para ello debemos morir al pequeño "yo". Pero hasta que no haya la completa y absoluta certeza de que esto es así, hasta que no se abra esa visión espiritual que nos permita comprenderlo, seguiremos en esta andadura, viviendo esas lecciones que nos lleven una y otra vez a recordar que nuestro verdadero Hogar no está en este mundo.