lunes, 22 de septiembre de 2014

Investigando nuestros pensamientos , creencias

Cuando empiezas a meditar,    vas notando la fuerza de lo que Balsekar llama la “mente pensante" (otros la llaman la “mente mono”).  La mente está en constante funcionamiento o partloteo.  La llaman mente mono porque va saltando de un sitio a otro, sin parar, y muchas veces sin sentido.  Cuando acudes a un retiro de varios días de silencio,  y eres muy consciente de tus pensamientos,  notas la absurdidad de la mente.  NO para.  Se acuerda de cosas del pasado,  algunas ya lejanas que casi habías olvidado.  De repente  notas una canción que está obsesivamente repitiéndose cómo en un segundo plano.  O te ves sumergido en planes de futuro, quizá se te ocurra que debes reformar el baño de tu casa.  Y así, no para, no para... A veces puede resultar muy cansino.  Porque tiene una inercia muy fuerte y es muy difícil calmarla.  El problema es que cuando no estamos atentos a todos estos pensamientos,  normalmente van funcionando a un nivel insconsciente y van produciendo estados de ánimo o malestares que muchas veces no sabemos de donde proceden.

 Existen pensamientos muy integrados en nuestro psiquismo y de los que no nos damos cuenta . El problema que son como programas instaurados que ante determinados estímulos, se ponen en funcionamiento y esto a su vez nos puede generar sentimientos o emociones muy negativas como tristeza, rabia, frustración.  Normalmente lleva su tiempo ir tomando conciencia de ellos.  Son el cúmulo de creencias e ideas que hemos ido adquiriendo y asumiendo como verdades a lo largo de nuestra vida. 

Hay creencias de muchas clases .  Por ejemplo con respecto a nosotros mismos, las tenemos de todos los tipos.  Hace un tiempo fue un gran descubrimiento cuando  me di cuenta de que tenía muy arraigada la idea de que mis circustancias externas   eran demasiado difíciles para una persona y que por este motivo no podía encontrarme bien.  Digo que fue un gran descubrimiento porque me di cuenta que lo que me hacía daño de verdad no era tanto mis circustancias sino la idea que yo tenía de cómo debía ser la vida.  No ayudaba el hecho que alguna gente de mi alrededor fomentase esa sensación diciéndome cosas como:  “ Claro,  has de ser muy fuerte,  porque con esta situación que te ha tocada”.  Todo eso no hacía que alimentar mi sensación de víctima y de que era injusto todo lo que estaba viviendo.  Por ello, hemos de estar muy pendientes de todo ese mundo creado de ideas y creencias porque son las que se cuelan constantemente en nuestra vida y la que no nos permiten abrirnos al momento presente y a nuestro SER.

Cosuelo Martín dice:  La lucidez es lo que somos detrás o debajo de todo lo que añadimos al pensar.  Mantenerse lúcido consiste, por tanto, en soltar todo lo que creemos, lo que nos han enseñado, lo que oímos a través de los medios de comunicación, lo que estudiamos de nuestra tradición cultural o de otras, etc.  Si prescindimos de todo esto que hemos ido adquiriendo , nos encontraremos en el silencio lúcido, en la mera capacidad de “darnos cuenta”

 Unicamente con la luz que soy puedo descubrir el proceso del pensamiento.  Y esa lucidez llega cuando el pensamiento ha sido visto y comprendido....Nadie puede alcanzar la plenitud pensando o sintiendo...No significa que nuestra meta consista en dejar de pensar.  Lo que se persigue, finalmente, es que dejemos de creer que somos el pensamiento.

Todo nuestro trabajo ha de ir enfocado a comprender quienes somos,  descubriendo cómo funciona nuestra mente.  Comprender qué significa eso de darle tanta realidad a aquello que pensamos aun a riesgo de que eso nos haga sufrir e incluso enfermar.  Por eso es de vital importancia comenzar cuanto antes.   Y para ello silenciar nuestra mente es fundamental. 

La gracia de la meditación  es que uno poco a poco a medida que vas practicando más va notando que los pensamientos , de repente aparecen en la conciencia,  y desaparecen,  y viene un estado de ánimo, y después otro, y una sesión de meditación puede convertirse como un día de primavera donde todo cambia con mucha rapidez.  Y así poco a poco te das cuenta de que todo es muy cambiante y no tiene la realidad y el peso que le habíamos dado. Una emoción como la tristeza,  en la que en otros momentos de nuestras vidas puede engancharse y no despegarse en días  o semanas, en una sesión de meditación, y con la atención adecuada  puede desvanecerse en unos segundos.  Con el tiempo uno va comprendiendo que las emociones no son más que energía y que para nada tiene el peso y la consistencia que les habíamos otorgado.

Esta constatación de que todo es cambiante  los budistas lo llaman la ley de la impermanecia.  Y esto se hace muy evidente en las sesiones de meditación.  Comprender bien cómo funciona esta ley es muy liberador,  porque te das cuenta que la mente, necesita constantemente contarse historias,  que van y vienen,  pero que no tienen demasiada consistencia ni realidad.