A la pregunta “ ¿Quien soy yo?”, respondemos aquello que pensamos que conforma
nuestra identidad personal. Suelen ser
atributos que están asociados a lo que hacemos, nuestra profesión (soy
Abogado, soy Maestro, ...) , nuestro sexo (soy hombre, mujer), edad (soy viejo,..), personalidad (soy
tímido, soy depresivo,...) , atributos
físicos ( soy alto, feo,...), nacionalidad (soy catalán , soy
espanyol, etc), aficiones (soy del Barça, soy motero,...)
En principio esto no tendría que
causarnos ningún problema si lo tomásemos de la misma manera que adjudicamos
atributos a cualquier objeto ( esto es una mesa marrón, grande, con patas
altas, . minimalista, etc). El
problema viene cuando nos identificamos con estos atributos de tal manera que
consideramos que realmente somos nosotros mismos. Si el atributo es positivo, entonces eso se asocia a sentimientos de
autoestima, orgullo, etc. De ahí que
muchas terapias psicológicas lo que pretenden es hacernos cambiar esas características
que nos hemos ido atribuyendo o nos han atribuido a lo largo del tiempo. De
esta manera la terapia se supone que nos hará sentirnos mejor . El fastidio es que los problemas psicológicos son
interminables, y cuando parece que se
supera uno, aparece otro. Así que habrá que investigar e ir a la raíz del
problema.
Normalmente nos hacen sufrir
mucho todos aquellos atributos negativos
que tienen que ver con nuestra personalidad.
Los llamados “defectos”. Soy
torpe, soy nervioso, soy obsesivo,etc.
Es tan habitual que hayamos conformado una imagen de nosotros mismos en
base a todas aquellas creencias que hemos ido adquiriendo a lo largo del
tiempo, que la mayoría de nosotros ni
siquiera las hemos cuestionado. Pero
sería interesante investigar un poco sobre este tema. Sería interesante ver como desde que hemos
sido pequeños, hemos ido aceptando y conformando una imagen de nosotros
mismos, con arreglo a multitud de pensamientos y creencias, que a poco que uno las mire con detenimiento se
verá que no tienen demasiada consistencia.
Ya desde niños se nos define en función de cómo somos y no de quienes
somos en realidad. Por eso la mayoría de
nosotros nos pasamos la vida intentando parecernos a un ideal que se ajuste a esas
aspiraciones que hemos ido creando desde nuestra infancia. Así,
si toda la vida me han dicho que soy torpe, y he vivido en una família donde ser
habilidoso es un gran valor, me pasaré
la vida intentando mejorarme, perfeccionarme, porque pensaré que si no soy
habilidoso no valgo nada. O , por ejemplo, si soy perezoso y no tengo mucha energía y vivo en una sociedad, como la nuestra, tan fundamentada en el hacer y en los
logros, sentiré que nunca voy a llegar a
ser nada en la vida.
Antonio Blay llamaba a todas
estas creencias sobre uno mismo el “yo idea”.
Y decía:
Las ideas
sobre uno mismo, el yo idea, siempre tiene un carácter limitativo y no
corresponde a la plenitud natural que yo intuyo de mi propio fondo. Esto siempre
crea un contraste, es decir, que el yo
idea siempre me viene pequeño porque no soy todo lo listo , ni fuerte, ni valiente, etc, que debería ser. Entonces este contraste entre la demanda de
totalidad, de plenitud, y el yo idea que acepto ser, crea un desajuste que se
traduce en la necesidad absoluta de crear un modelo ideal para el futuro.
A este modelo ideal , A.Blay lo
llamaba el “yo ideal” y toda la vida nos la pasamos intentando
llegar a este ideal. Esto provoca una
gran cantidad de sufrimiento y problemas psicológicos ( miedos, ansiedad,
depresión, agresividad, envidia...) .
Y lo más grave, no actuamos desde nuestro SER, sino desde una falsa personalidad que hemos ido adquiriendo
para adaptarnos a ese ideal. Así, si uno
de nuestros ideales es la simpatía,
crearemos un personaje, e
intentaremos ser agradables y simpáticos aunque en muchas ocasiones no nos
apetezca, creando esto un conflicto
entre lo somos y lo que nos gustaría ser.
Nuestra vida se puede parecer a vivir como en una celda. Somos ignorantes de que la verdadera libertad y felicidad se encuentran saliendo de la celda. Mientras tanto, nos entretenemos intentando cambiar las condiciones de la celda, que sea más cómoda, más bonita, más confortable, etc. Pero por muchos cambios que hagamos a la celda, siempre hay un anhelo profundo de vivir una plenitud. Pero para eso hay que dejar de preocuparse tanto por arreglarla y centrar las energías en encontrar la vía de salida.
Así nos pasa en nuestras
vidas, siempre estamos deseando cambiar
algo, nuestra personalidad, nuestra
situación económica, nuestra situación laboral,
una casa nueva, tener más
amigos, tener una relación amorosa, …
pero a poco que lo vemos con una mirada nueva,
comprenderemos que esos cambios nos proporcionan una pequeña
felicidad, pasajera, que nada tiene que
ver con esa plenitud que se puede vivir desde el fondo. Como dice A.Blay: la verdad no es algo a
adquirir, la verdad es lo que queda
cuando quito el error que he superpuesto.
La verdad salta a la vista por ella misma cuando quito los obstáculos
que la cubren y los obstáculos que la cubren son mis creencias y todos mis
miedos y mis deseos. Solo cuando pueda
quitar, disolver todo eso, lo que soy surgirá de un modo evidente e inevitable.