lunes, 22 de septiembre de 2014

Quien soy yo


A la pregunta “ ¿Quien soy yo?”,  respondemos aquello que pensamos que conforma nuestra identidad personal.  Suelen ser atributos que están asociados a lo que hacemos, nuestra profesión (soy Abogado,  soy Maestro, ...) ,  nuestro sexo (soy hombre, mujer),  edad (soy viejo,..), personalidad (soy tímido,  soy depresivo,...) , atributos físicos ( soy alto,  feo,...),  nacionalidad (soy catalán , soy espanyol, etc), aficiones (soy del Barça, soy motero,...)


En principio esto no tendría que causarnos ningún problema si lo tomásemos de la misma manera que adjudicamos atributos a cualquier objeto ( esto es una mesa marrón, grande, con patas altas, . minimalista, etc).    El problema viene cuando nos identificamos con estos atributos de tal manera que consideramos que realmente somos nosotros mismos.  Si el atributo es positivo,  entonces eso se asocia a sentimientos de autoestima, orgullo, etc.   De ahí que muchas terapias psicológicas lo que pretenden es hacernos cambiar esas características que nos hemos ido atribuyendo o nos han atribuido a lo largo del tiempo.  De esta manera la terapia se supone que nos hará sentirnos mejor .  El fastidio  es que los problemas psicológicos son interminables,  y cuando parece que se supera uno,  aparece otro.  Así que habrá que investigar e ir a la raíz del problema.

Normalmente nos hacen sufrir mucho  todos aquellos atributos negativos que tienen que ver con nuestra personalidad.  Los llamados “defectos”.  Soy torpe, soy nervioso, soy obsesivo,etc.   Es tan habitual que hayamos conformado una imagen de nosotros mismos en base a todas aquellas creencias que hemos ido adquiriendo a lo largo del tiempo,  que la mayoría de nosotros ni siquiera las hemos cuestionado.  Pero sería interesante investigar un poco sobre este tema.   Sería interesante ver como desde que hemos sido pequeños,  hemos ido aceptando y conformando una imagen de nosotros mismos, con arreglo a multitud de pensamientos y creencias,  que a poco que uno las mire con detenimiento se verá que no tienen demasiada consistencia.  Ya desde niños se nos define en función de cómo somos y no de quienes somos en realidad.  Por eso la mayoría de nosotros nos pasamos la vida intentando parecernos a un ideal que se ajuste a esas aspiraciones que hemos ido creando desde nuestra infancia.  Así,  si toda la vida me han dicho que soy torpe,  y he vivido en una família donde ser habilidoso es un gran valor,  me pasaré la vida intentando mejorarme, perfeccionarme,  porque pensaré que si no soy habilidoso no valgo nada.  O , por ejemplo,  si soy  perezoso y no tengo mucha energía  y vivo en una sociedad, como la  nuestra,  tan fundamentada en el hacer y en los logros,  sentiré que nunca voy a llegar a ser nada en la vida.

Antonio Blay llamaba a todas estas creencias sobre uno mismo el “yo idea”.  Y decía:
Las ideas sobre uno mismo,  el yo idea,  siempre tiene un carácter limitativo y no corresponde a la plenitud natural que yo intuyo de mi propio fondo.  Esto siempre crea un contraste,  es decir, que el yo idea siempre me viene pequeño porque no soy todo lo listo , ni fuerte, ni  valiente, etc, que debería ser.  Entonces este contraste entre la demanda de totalidad, de plenitud, y el yo idea que acepto ser, crea un desajuste que se traduce en la necesidad absoluta de crear un modelo ideal para el futuro.

A este modelo ideal , A.Blay lo llamaba el  “yo ideal”  y toda la vida nos la pasamos intentando llegar a este ideal.   Esto provoca una gran cantidad de sufrimiento y problemas psicológicos ( miedos, ansiedad, depresión, agresividad, envidia...) .  Y  lo más grave,  no actuamos desde nuestro SER, sino  desde una falsa personalidad que hemos ido adquiriendo para adaptarnos a ese ideal.  Así, si uno de nuestros ideales es la simpatía,  crearemos un personaje,  e intentaremos ser agradables y simpáticos aunque en muchas ocasiones no nos apetezca,  creando esto un conflicto entre lo somos y lo que nos gustaría ser. 

Nuestra vida se puede parecer a vivir como en una celda.  Somos ignorantes de que la verdadera libertad y  felicidad se encuentran saliendo de la celda.  Mientras tanto,  nos entretenemos intentando cambiar las condiciones de la celda,  que sea más cómoda,  más bonita, más confortable, etc.  Pero por muchos cambios que hagamos a la celda,  siempre hay un anhelo profundo de vivir una plenitud.  Pero para eso hay que dejar de preocuparse  tanto por arreglarla y centrar las energías en encontrar la vía de salida. 

Así nos pasa en nuestras vidas,  siempre estamos deseando cambiar algo, nuestra personalidad,  nuestra situación económica, nuestra situación laboral,  una casa nueva,  tener más amigos,  tener una relación amorosa, … pero a poco que lo vemos con una mirada nueva,  comprenderemos que esos cambios nos proporcionan una pequeña felicidad,  pasajera, que nada tiene que ver con esa plenitud que se puede vivir desde el fondo.  Como dice A.Blay:  la verdad no es algo a adquirir,  la verdad es lo que queda cuando quito el error que he superpuesto.  La verdad salta a la vista por ella misma cuando quito los obstáculos que la cubren y los obstáculos que la cubren son mis creencias y todos mis miedos y mis deseos.  Solo cuando pueda quitar, disolver todo eso, lo que soy surgirá de un modo evidente e inevitable.