Hay una frase de Gustavo Adolfo Becquer que dice: "ansia perpetua de algo mejor...eso soy yo". Si, así son nuestras vidas la mayor parte del tiempo. Parece que el mundo está movido por esa perpetua inercia de búsqueda de algo mejor. Todo se mueve con el objetivo de mejorar algo. Los inventos que se descubren para hacernos la vida más fácil, por ejemplo. Ahora ya no es tan cómodo el colchón de viscolástica que hace unos años costaban un riñón, ahora resulta que los muelles junto con no sé que sistema de refrigeración areostática, consiguen que no te duela nada y tu sueño sea más reparador. Las investigaciones que realizan los nutricionistas, que acaban por marearnos un poco, bueno, un mucho, porque resulta que la soja ya no es lo más de lo más dentro del veganismo, ahora resulta que hoy es la avena la que nos procura la promesa de una vida eternamente joven y energética. Y ya no digo nada en cuanto a terapias, cada son más creativas y su originalidad puede llegar hasta límites insospechados. En fin... que vivimos en un no parar, en un sinvivir de frenético y constante anhelo por sentirnos mejor, ser mejores personas, más saludables, más bondadosos, más productivos, más energéticos, más y más y más de todo.
Así que con esta mochila de incontables deseos y propósitos llegan las enseñanzas espirituales que nos invitan a erradicar el deseo o más bien a que el apego a estos deseos desaparezca, porque resulta que es el deseo la raíz de todos nuestros sufrimientos. Pero... ¿ cómo puede ser eso? Imposible , ¿si es el mismo deseo el que mueve el mundo?, diríamos. Una vida sin propósitos, sin metas, sin deseos, eso es la misma muerte, dicen algunos. Un sinsentido. Hemos venido aquí a experimentar, a gozar y a comernos la vida a bocados hasta que llegue nuestro último aliento, y a seguir bailando swing o ir a la universidad hasta los 90 años, y subir el Everest con 80, que eso lo he visto yo en la televisión. ¡Que gozo nos da ver a esos abuelitos tan activos, sanos y esplendorosos! Ellos deben tener la llave secreta que abre las puertas de una vida feliz y gozosa. Pero bueno, yo no escribo este artículo para alentar a llevar una vida activa llena de estupendas y maravillosas experiencias. Más bien, invito a parar un poco, y mirar todo este juego de los deseos y su dinamismo.
Consuelo Martín dice " Ese deseo está hecho de una carencia. De una carencia de los Valores del Ser". Y eso es así porque al vivirnos desde lo que somos, se da naturalmente la plenitud que íbamos buscando en los objetos externos, así pues, poco necesita aquel que sabe quien Es.
¿ Qué deseas ? ¿ Encontrar una pareja que te quiera y que te cuide? Eso apunta a que no te vives desde el Amor que eres. Si necesitas obsesivamente el orden y la belleza exteriores para vivir, indica que no has descubierto la Belleza y Armonía que emanan del Ser. Si buscas llenarte de experiencias que te procuren placer, es porque no has reconocido la plenitud que eres. Si has estado toda la vida buscando la Libertad y hacer lo que te da la gana, no has contemplado todavía la Libertad intrínseca a tu naturaleza.
Vivir en la presencia de lo Real no quiere decir que como ya no necesito nada vaya a quedarme en estado vegetativo el resto de mi vida. Se sigue disfrutando de la vida, sólo que ya no hay un apego compulsivo a los objetos ni a las personas. Incluso hay deseos, pero al no provenir de la zona pensante, no hay ansiedad, ni frustración cuando no pueden cumplirse. Como distingue Rupert Spira ( Ver Video de Rupert Spira ) podríamos hacer una distinción entre deseos personales e impersonales. Los deseos personales vendrían de un estado de carencia y siempre generan frustración cuando no se cumplen. En cambio los deseos impersonales brotan del Amor que somos y apuntan no a satisfacer a la persona, sino a la Totalidad que somos. En este sentido, Nisargadatta decía: " cuando un deseo proviene del Amor, todo el Universo se confabula para que este se cumpla".
En mi vida vengo observando que desde que me encuentro en este camino de descubrir la Verdad, cuando hay un deseo personal que necesito satisfacer, la Vida es cada vez más implacable, y siempre ocurre que ese deseo no puede realizarse. Afortunadamente, en este proceso, ese deseo es alejado de mi vida cada vez con más rapidez y contundencia. Yo ya no tengo que hacer nada. Y de nuevo me encuentro encarrilada para no perderme y volver a descansar en la Paz del Ser, porque ya sé que volcarme en los objetos externos sólo me conduce al desengaño.
Los deseos surgen y no podemos hacer mucho con ellos. Es imposible rechazarlos o reprimirlos porque sinó se manifiestan con más virulencia. Podemos observarlos y como decía Nisargadatta: "si usted tiene deseos, si estos no son muy fuertes, pueden disolverse con la meditación, pero si le apremian mucho, usted debe cumplirlos y después saborear sus frutos sean dulces o amargos".
A mí me ayudar estar atenta y mirar con discernimiento hacia donde apuntan esos deseos. Porque el deseo que emerge de la Fuente, no deja rastro de ansiedad. Hay paz. Es claro y puro porque nace de esa fuente donde brota lo cristalino. Así que con la misma Paz de la que afloraron, se descubre una haciendo lo que la Vida en cada momento presenta. Brotaron de La Paz, se hacen en Paz, y si no se llevan a cabo, también hay Paz.