Cuando una vive en la mente, nada sabe sobre el Silencio. Pero algo en lo profundo de su alma sabe que ahí se encuentra lo que ha estado anhelando durante mucho mucho mucho tiempo.
De repente, un día, se topa con un libro, con un amigo, con un maestro, o con un pensamiento que, de repente, le atrapa el corazón. De esta manera, comienza a interesarse por aquellas voces que le hablan de la consciencia, del Ser, del Silencio, de Dios, de nuestro Ser superior, nuestro Yo profundo... ( miles de palabras para hablar de lo inexpresable)
Hasta ese momento, incluso una podía haber repudiado a todos los que pensaban en estas cosas. Algunos dicen que son fantasías para huir de la realidad, o delirios escapistas, o tonterías sin ningún sentido y con la única utilidad de mantenerte entretenida y dar un sentido a tu miserable vida. Algunas voces de una misma, muchas veces, también lo proclamaban, pero había otra voz, mas sutil y casi imperceptible que empezaba a llamar su atención.
Y entonces, comienzas a convertirte en una buscadora espiritual. Topas con algún libro, o haces un curso y comienzas a enamorarte del mensaje, muchas veces, también del mensajero. Puedes adentrarte en muchos caminos como el Advaita, el Budismo, el Curso de Milagros, etc, etc, etc. Uno de ellos puede tocar tu corazón fuertemente, por un tiempo, o para toda la vida; es como con las parejas. Otras veces, uno de ellos solo se mantiene por un tiempo, no sabes cuanto, y de repente aparece otro que parece ofrecerte y movilizar algo que el otro dejó de hacer. Tu no lo eliges. Unos dirán que quien no caba en el mismo pozo no llega a encontrar el agua. Puede ser. No sabes nada, pero no puedes dejar de hacer otra cosa diferente a la que estás haciendo, así que mejor escuchas tu corazón. Te vas dando cuenta de que todos los caminos intentan llevarte al mismo lugar, pero las maneras de hacerlo son bien distintas. Ríos diferentes para llegar al mismo océano.
Antes de llegar al océano, pasamos por diferentes etapas. El comienzo es difícil porque todavía no hemos experimentado Aquello de lo que nos hablan. Nuestra mente nada sabe de todo esto. Quizá lo intuimos, pero todavía el sonido es tan débil que las miles de voces que surgen no nos dejan escuchar con claridad.
Así, si nos hemos enamorado de un Advaita como Consuelo Martín o Nisargadatta Maharaj, comenzaremos a meditar en el Silencio, en el Ser, en la consciencia Yo soy. Sin saber muy bien a donde apuntan esas palabras, comenzamos simplemente a observar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, hasta que un día nos descubrimos como el Testigo, como esa consciencia atestiguadora, que observa sin juicio, un Yo que trasciende a ese "yo psicológico", una presencia que es amorosa, que no necesita nada, que es Quietud, que es Paz. Descubrimos que el observador es lo observado, solo un pensamiento más, en el trasfondo, el ojo divino permanece impasible ante el espectáculo de maya descubriendo que todo se trata de una danza ilusoria
Si me enamoro del Curso de Milagros, me hablarán del perdón. Esa será mi misión en este sueño. Mi mente no entiende muy bien qué es eso del perdón, pero se me exhorta a escucharme, a tomar consciencia de lo que siento y pienso, y en ese momento de confusión y sufrimiento, darme cuenta de que yo no sé nada y de que soy inerme a las tempestades, y en ese momento, comienzo a encomendar todo ese pesar al Espíritu Santo para que El lo corrija. Es una acto de rendición donde comenzamos a abrir una brecha entre el pequeño y el gran YO para dejar que este lleve las riendas.
Un budista meditará mucho para intentar acallar al ego y no dejarse gobernar por todos aquellos pensamientos, emociones o sentimientos , con el fin de que la mente búdica, contenedora de cualquier experiencia, sea la que brille en lugar de aquellos.
Un neoadvaitín como Tony Parsons dirá que "yo no puedo hacer nada". Mi mente quizá entienda que no hacer nada es quedarme repanchigada en un sofá todo el día. Pero no apunta a eso su mensaje. Lo que está haciendo es llevar a tu mente a un atolladero sin salida para que dejes de intentar controlar tu vida con las astucias del pequeño yo y lo entregues Todo a la Voluntad del Espíritu. Como el dice: "rendirse a lo que Es".
Así llega un día en que todo este aparente "entrenamiento y aprendizaje", o ese darse cuenta, te va preparando para vivir desde otro lugar, por llamarlo de alguna manera, porque quizá sería mejor denominarlo "no lugar". Nuestra consciencia deja de estar dirigida por el ego, es algo que incluso puede sentirse energéticamente porque la presión disminuye y eso puede sentirse tanto en nuestra mente como en nuestro cuerpo. Ese "lugar" lo llamamos Silencio, Ser, Instante Santo, visión del Espíritu Santo, mente búdica, presencia, consciencia...
Y entonces, una se va enamorando de ese Silencio, de ese Instante Santo, de esa presencia... Ya no conoce otro lugar donde pueda salvarse. Y va encontrando que el Silencio tiene también sus formas y sonidos. Unas veces es mudo... y otras susurra mensajes de Amor que parece que quieren comunicar algo. Una va aprendiendo que solo debe escuchar esa Voz profunda. Aprende que en su mente habitan muchas voces, que a veces la engañan, pero va aprendiendo a enamorarse de esa Voz del Espíritu porque sabe que ya no puede hacer otra cosa. Y así, va comprendiendo que cuando le hablan de la Voz del Espíritu Santo, del Gurú interno o del maestro interior, por ejemplo, todos le están hablando de lo mismo. Solo se trata de aprender a escuchar nuestro corazón, a vivir con discernimiento, con sabiduría que dirían en la tradición Advaita. El Espíritu nos habla y tenemos que aprender a familiarizarnos con una forma de comunicación que nada tiene que ver con lo que sabíamos hasta ese momento. La Voz Profunda es tan sabia y amorosa cuando nos habla, que nos va imposibilitando poco a poco escuchar otra cosa que no sea ella misma.
Y así, en un proceso de continua rendición, una va profundizando más y más, hasta que un día se da cuenta de que dejará de estar presente en medio de ese Silencio y se disolverá en el Océano silencioso para fundirse en El. Y entonces, dirá con conocimiento de causa: ¡Yo soy Dios!